miércoles, 24 de febrero de 2010

La Tarjeta





La Tarjeta.
 (Cuento Navideño.)

Eran tiempos cercanos a la navidad y evocaba mi mente los lejanos días de la fantasía en la que nos refugiamos los primeros años de nuestra existencia. Quizá por eso me pareció más intenso el azul del cielo y más intenso el brillo de la estrella de Belén de la tarjeta de navidad que encontré sobre la alfombra. Representaba, con dibujos infantiles, a Cristo recién nacido, en su pesebre y, por supuesto, a María y José expresando bondad y ternura en los rostros.

Me quedé cavilando sobre la realidad del mundo del que formaba parte y, sacudiendo la cabeza con fuerza, logré despejar todas las miserias que en imágenes multiformes abrumaron mis sentidos de golpe. Me concentré en la estampa navideña de la tarjeta y penetré a través de sus hermosos colores. El dibujante dejó totalmente descubierto el frente del portal para que pudiera verse el interior con la sagrada familia y, en el piso, puso heno y musgos de exquisito aroma.

Yo me acerqué sigilosamente por la parte lateral del portal para no ser visto y sobre todo, para no interrumpir esa maravillosa intimidad. Calladamente me senté sobre la paja al pie del tronco que soportaba una de las esquinas pero no me era posible desde allí ver a los sagrados personajes y sólo escuchaba murmullos de mimos y arrullos.

La noche debió ser muy fría porque en esas regiones del medio oriente, he oído decir que son muy crudos los inviernos, pero la tibieza emanada del pequeño pesebre llegaba donde yo estaba y me envolvió dándome una sensación que sólo deben disfrutar los que buscan la santidad.

Después de un rato y aun con el sabor de la fantasía en el espíritu, desplegué la tarjeta para saber quién la remitió, pero no había nada escrito y sólo dejó escapar un exquisito aroma de musgo.

  Dzunum
Navidad 2003

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